La espiritualidad como una facultad

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Francisco J. Rubia en www.tendencias21


Lo que quisiera repetir aquí es que estas experiencias de acceso a la segunda realidad son producto de la actividad de ciertas estructuras cerebrales. Prueba de ello es que en enfermos de Alzheimer o en la enfermedad de Parkinson, o en tumores cerebrales agresivos, personas que fueron muy espirituales o religiosas pierden esa capacidad a medida que avanzan estas enfermedades que, como es sabido, son degenerativas y progresivas. 

En otro orden de cosas quisiera decir que si tenemos estructuras cerebrales capaces de generar espiritualidad, entonces se puede considerar la espiritualidad como una facultad mental más, como la inteligencia, la música o el lenguaje. Naceríamos con una predisposición genética para ellas y se desarrollarían de manera diferente de un individuo a otro. Por eso existen personas más inteligentes o más musicales o más espirituales que otras. Y como todas las facultades mentales necesitarían un entorno adecuado para desarrollarse. Suelo mencionar el caso del lenguaje, donde se ha podido constatar que si los niños no tienen un entorno parlante, como ocurrió con aquellos casos de niños criados por lobos, nunca llegan a hablar correctamente. 

El genetista norteamericano Dean Hammer, del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, en su libro The God Gene (El gen de Dios, título que por lo dicho anteriormente considero completamente inapropiado y erróneo) se refiere a que “la mayoría de la gente está dotada para la espiritualidad, que es una de las más omnipresentes y poderosas fuerzas del ser humano. Es, de hecho, un instinto”. Compara también la espiritualidad con el canto de los pájaros. 

Otro autor que afirmó que la espiritualidad puede ser un rasgo universal humano fue el biólogo marino inglés Sir Alister Hardy, quien en las Gifford Lectures en la Universidad de Aberdeen en Escocia dijo que la espiritualidad tenía una base biológica que había surgido en el proceso de selección natural. 

En los últimos años, el neurólogo indio afincado en Estados Unidos Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego, y Eugene D’Aquili, psiquiatra ya fallecido y Andrew Newberg, de la Universidad de Pensilvania, identificaron áreas cerebrales que sirven de correlato de las experiencias espirituales. 

Ramachandran, en su libro Phantoms in the Brain (Fantasmas en el cerebro) explica que está claro que ciertas regiones del lóbulo temporal juegan un papel más directo en la disminución de la actividad de la amígdala, lo que explica la situación de calma y serenidad que los sujetos experimentan. Según estos autores, la disminución de actividad de estas regiones es responsable de los estados de trascendencia. Esta disminución estaría relacionada con la privación de estímulos sensoriales. 

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