Segunda realidad

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Francisco J. Rubio en www.tendencias 21

He mencionado asimismo el acceso a lo que he denominado “segunda realidad” para diferenciarla de la primera realidad, que sería la realidad cotidiana. Hoy sospechamos que esta primera realidad es en gran medida producida por nuestro cerebro. Con otras palabras, que “ahí afuera” no existen ni los colores, ni los sonidos, olores, sabores, ni el frío y el calor al tocar. Esto ya lo decía el filósofo napolitano Giambattista Vico en el siglo XVIII. 

Y mucho antes, Demócrito de Abdera, Galileo, Descartes, Locke y Hobbes ya habían dicho que las cualidades o propiedades secundarias de las cosas, es decir sonidos, colores, olores, etc. no se encuentran en las cosas mismas, sino que son atribuciones del cerebro a los impulsos que llegan de los órganos de los sentidos. 

Los sentidos son, pues, neutros; vemos, oímos, olemos gustamos y sentimos el frío y el calor con el cerebro, no con los órganos sensoriales. Los órganos sensoriales son transductores de distintos tipos de energía a la energía eléctrica, los potenciales de acción, que son todos iguales vengan de cualquier órgano sensorial. Es el cerebro el que se encarga de darle a los objetos percibidos esas cualidades o propiedades secundarias. 

Se suele referir la anécdota de los discípulos del empirista irlandés, el filósofo y obispo George Berkeley. Estos discípulos discutían sobre si cuando un árbol cayese en el bosque se oiría algún ruido si nadie estuviese presente. La conclusión era que por supuesto no se oiría ningún ruido. Hoy se dice que tampoco se vería ningún árbol caer si no había nadie presente para verlo. 

En este mismo sentido, el científico y cibernético austríaco Heinz von Foerster, conocido constructivista, ha acuñado la siguiente frase: “La objetividad es la ilusión de que las observaciones pueden hacerse sin observador”. Algo por cierto que hoy plantea la física cuántica, a saber que la realidad depende del observador. 

Curiosamente, aunque aceptamos que la primera realidad es en gran medida una construcción cerebral, no hacemos lo mismo con la segunda realidad y pensamos que se debe a entidades metafísicas o a la acción de seres sobrenaturales. 

Que la segunda realidad se viva más vívida e intensamente que la primera se debe sin duda a la hiperactividad de la amígdala, una estructura del cerebro emocional que se encuentra en la profundidad del lóbulo temporal y que es la que etiqueta lo percibido con un sentido de familiaridad y de emocionalidad. Su hiperactividad es responsable asimismo del fenómeno conocido como déjà vu

Así que el cerebro es capaz de producir espiritualidad. Por eso acuñé en el libro antes mencionado el término “espiriteria”, o sea la contracción de espíritu y materia, para referirme al cerebro. El dualismo metafísico queda así descartado. Se trata de que de la materia cerebral surge como propiedad emergente la espiritualidad. 

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