Filosofía de la espiritualidad Espiritualidad como prejuicio filosófico 3

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El Búho No 17
Revista Electrónica de la 
Asociación Andaluza de Filosofía.


Publicado en 
www.elbuho.aafi.es2019

FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78



3. La espiritualidad humana soporta desde hace tiempo un prejuicio filosófico, una desconfianza filosófica. 

Pero, a la vez, la filosofía y sus filósofos se han ocupado de la espiritualidad. No ha sido nunca obviada, si acaso formalmente obliterada.Porque se ha buscado “de otro modo”, diferente a como ha sido “encontrada” porparte de cada filosofía en su propia época. 

Y ésta es una faceta fundamental del problema filosófico con respecto a la espiritualidad: que se ha buscado, como se busca la verdad, el bien y la belleza, desconociendo que ya está en nosotros, que basta salir a su encuentro

Dejar que se exprese. Apartar lo que sobra, las capas superpuestas, lo que obstaculiza y oculta, para que resplandezcan -sin tener que ser tratarlos de una manera discursiva- la verdad, el bien, la belleza. El ser.

 Los entes abiertos del ser ocultan el ser (Heidegger), si se toman de un modo excluyente, reductivo. Pues bien, empezando por los grandes filósofos conocidos, lo que éstos han rechazado -por regla general- ha sido una forma cultural e histórica de plasmar la espiritualidad de este mundo. 

Y, a continuación, han buscado su propia expresión de la espiritualidad, la que han considerado más “auténtica”. La auténtica experiencia filosófica que abriría un mundo nuevo, una comprensión naciente. 

Y a esto le han dado diversos nombres, a través de categorías diversas. Sin llamar a esta intuición originaria, casi nunca, “espiritual”. Consideremos la siguiente hipótesis de trabajo: quizás a la espiritualidad no se la pueda expresar conceptualmente del todo, de una manera solamente racional, sino más bien sentirla, experimentarla; la razón -filosófica, en el sentido tradicional/moderno- vendría luego a organizar, articular, analizar, desglosar, clasificar, dar nombre e idea a una experiencia originaria de rango espiritual. 

Este suceso es algo humano, demasiado humano. El hombre religioso accede, o más bien, irrumpe en él una visión acerca del mundo existente, y acerca de sí mismo como individuo más alládel individuo; acto seguido esto se “carga” religiosamente, se va dejandoacompañar de la experiencia de otros que comienzan a seguir un credo -no, muchas veces, la experiencia misma, sino las creencias sobre ella-, un credo que se institucionaliza y se cierra sobre sí, a toda otra posibilidad, a todos otros credos y perspectivas. Aparecen los rituales y los mitos, y aparece una religión organizada con el pasar del tiempo, cada vez más olvidada de su propio origen. 

Igualmente -aunque no sea lo mismo- el filósofo obtiene una intuición que expresa filosóficamente, con sus propias herramientas conceptuales y lógicas, que más tarde se institucionaliza -dicha expresión pre-filosófica- dentro de la comunidad de filósofos, dando lugar a una escuela, a una corriente de pensamiento; esto proporciona verdades que se excluyen y se oponen entre sí, propiciando que afloren unas determinadas verdades dominantes, imposibilitando así la emergencia de otras verdades. Ya hemos dicho que cada apertura del ser oculta el ser. Lo espiritual forja esa intuición, esa visión o revelación originaria que hace posible todo lo demás, según sea el contexto de aparición, filosófico o no filosófico.

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