Doctrna Social de la Iglesia para la reconstrucción después del coronavirus






Principios para la reconstrucción




La doctrina social de la Iglesia se presenta como motor que puede orientar
y motivar una respuesta a la crisis del COVID-19 que coloque a la persona 
en el centro

La pandemia por COVID-19 está dejando efectos devastadores en nuestra
sociedad, que necesitará sin duda una reconstrucción. 

Una tarea que no solo tiene que ver con la economía, pues el impacto de esta 
crisis ha afectado y afecta a todas las dimensiones del bienestar humano, y 
que necesitará una respuesta integral no solo por parte de los poderes públicos
o económicos, sino también del resto de la sociedad en su conjunto. 

Harán falta cimientos sólidos. Es en este marco, en el de los principios y 
orientaciones, aparece uno de los grandes tesoros eclesiales, todavía muy 
desconocido entre los católicos de a pie: la doctrina social de la Iglesia (DSI).

«La doctrina social de la Iglesia no tiene una respuesta concreta para esta 
situación, pero sí ha respondido a numerosas situaciones críticas. Implica 
un estilo de vida, un modo de entender la iniciativa social, la empresa, 
el Estado, los partidos políticos, el cuidado del medio ambiente, la prensa, 
la libertad... Por tanto, incluye principios que nos permiten orientar las 
circunstancias, así como las decisiones y conductas que adoptar», 
explica M.ª Teresa Compte, directora del Máster de Doctrina Social de la Iglesia 
de la Fundación Pablo VI.

Sebastián Mora, ex secretario general de Cáritas y actualmente profesor 
en la Universidad Pontificia Comillas coincide en que la DSI tiene mucho que 
aportar en varios niveles: orientación, motivación y experiencias.


Orientación, porque «no hay muchos relatos que indiquen hacia dónde se tiene
que dirigir la sociedad»; motivación, porque se necesita un motivo «para hacer
sacrificios que ayuden a otros a mejorar», y experiencias, muchas ya en 
marcha. Todo se concreta en «la prioridad del otro, la prioridad del otro excluido
y la prioridad del otro vulnerable». «O la reconstrucción parte desde el otro
roto o no hay reconstrucción», concluye Mora.
DIGNIDAD HUMANA

«Toda la doctrina social se desarrolla, en efecto, a partir del principio que afirma
la inviolable dignidad de la persona humana». Son palabras de san Juan XXIII 
en la encíclica Mater et magistra y que recoge el Compendio de la Doctrina Social 
de la Iglesia en su capítulo sobre la persona humana y sus derechos. 
Una dignidad conferida por la condición de hijos de Dios.

Por tanto, la dignidad del ser humano es el fundamento sobre el que se asientan
el resto de principios de la doctrina social. El punto de partida. «Nos recuerdan
que cada ser humano tiene un valor sagrado, que es un bien en sí mismo», 
explica Compte. Asumir esto implica que los demás, especialmente los más 
vulnerables, «no pueden ser considerados una carga, un riesgo real para la 
reconstrucción tras la pandemia». La profesora pone el ejemplo de la renta 
mínima vital y se pregunta si el debate sobre esta cuestión, con independencia 
de cómo se regule, se produce «porque vemos al otro como una carga». 
Y añade: «El tema es tomar conciencia de que el otro es un bien en sí mismo 
y no una carga. No es el infierno, porque, en realidad, mi vida no se podría desarrollar como tal si no es en relación con los otros».


La DSI, recuerda Ignacio María Fernández de Torres, profesor del Instituto

Superior de Pastoral de la Universidad Pontificia de

Salamanca, afirma que el centro de la creación y de la 

sociedad es el hombre, pero añade que no lo es para 

ser un tirano sino para servir. La lógica es la que 

aparece en la parábola del buen samaritano. 

«Donde el hombre alcanza su mayor grandeza 

es en el servicio. Cuando es capaz de pararse, 

coger al caído, llevarlo a una posada y asumir que este hermano es su responsabilidad y ocupa un lugar central en su vida.La DSI nos recuerda esto».BIEN COMÚN



El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia define el bien común como 

«el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones

y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia 

perfección».

Aglutina exigencias como la promoción de la paz, la justicia, el cuidado 

del medio ambiente, los servicios esenciales y derechos del hombre, 

la cooperación internacional...

Carlos Ballesteros, profesor de Economía de la Universidad Pontificia Comillas 

ICADE, reconoce que ha habido muchos muestras –aunque también 

contraejemplos– de esto durante la pandemia, personas que han puesto 

el bien común por encima del bien individual. Piensa en los jóvenes que 

han hecho la compra para sus vecinos mayores, en las empresas que 

han aguantado el tipo y mantenido empleos... Han vivido, añade, la lógica 

que se narra en los Hechos de los Apóstoles: «Tenían todo en común; 

vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la 

necesidad de cada uno».

Precisamente, una de las implicaciones del bien común es el destino 

universal de los bienes, es decir, que estos lleguen «a todos en forma equitativa». 

«Y cuando dice todos», explica Compte, «quiere decir todos. No hay 

exclusión. 

Por tanto, todos los bienes del mundo –materiales, morales, intelectuales...– 

son universales».

Fernández de Torres recuerda, parafraseando a san Juan XXIII, que «el 

criterio fundamental para medir el bienestar de una sociedad no es la capacidad de 

generar riqueza, sino de redistribuirla» y por eso se pregunta si el mundo 

pospandemia seguirá el criterio de redistribución de la riqueza de forma más 

clara o, por contra, continuarán en el centro la cifras macroeconómicas. 

«La DSI nos dice que no podemos salir de la pandemia con más inequidad», 

añade.SUBSIDIARIEDAD



Es uno de los principios más característicos de la DSI, presente ya en la

primera encíclica social, la Rerum novarum de León XII. 

Hace referencia a la sociedad 

civil, «un conjunto de relaciones que forma el tejido social y constituye

la base de una verdadera comunidad de personas». Familias, grupos, asociaciones, realidades territoriales...

Según explica Compte, la subsidiariedad permite estructurar este orden de 

relaciones en la sociedad civil y recuerda, además, que el Estado no puede

alterarlo, sino respetar esa autonomía. «Por eso no deberíamos estar en una 

guerra entre lo público y la iniciativa social, sino en la reflexión sobre los

derechos y deberes de cada uno».

Cree que este principio, en las circunstancias que vivimos y ante una necesaria 

reconstrucción social, es un recordatorio para evitar que el Estado caiga en 

la tentación de expandirse más y los ciudadanos y las asociaciones se 

aletarguen dejando al primero todo el protagonismo. «La sociedad, las persona

s y los católicos tenemos responsabilidades sociales en relación con nuestros

conciudadanos», concluye.

Consecuencia de las subsidiariedad es la participación, es decir, las actividades

por las que un ciudadano o grupo contribuye a la sociedad, ya sea a través 

de la cultura, la economía, la política... Participación que es «un deber que todos

han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien 

común», según se puede leer en el compendio.

M.ª Teresa Compte plantea este concepto desde la necesidad de 

garantizar a todos, fundamentalmente a los descartados, su deber y derecho 

de participación en la promoción del bien común y también desde la aportación

de la sociedad civil –incluida la Iglesia– a la transformación social.

Sobre esta cuestión, cree que la Iglesia debe ser «muy ambiciosa» en estos 

momentos y seguir el ejemplo del catolicismo social del siglo XIX, que 

participó en el mundo sindical, en la salud, en la educación o en la reforma 

de la conciencia social. «Tenemos suficiente inteligencia para generar 

instituciones que respondan a las necesidades actuales», añade.

«De una pandemia como esta». añade Fernández de Torres, «se sale con 

trabajo en equipo. Es necesario crear sinergias entre empresarios, sindicatos, 

trabajadores...».SOLIDARIDAD


La solidaridad es a la vez principio y virtud moral. Principio como «sentido 

ordenador de las instituciones», esto es, según explica Compte, «el 

entramado de relaciones entre personas que al relacionarse con los 

demás generan vínculos asociativos estables que sirven para mantener 

el orden y la cohesión social». Y añade: «Parece teórico, pero es muy práctico. 

Pues significa el reconocimiento del orden primero, de la primacía de este 

frente al Estado, que ha nacido de él». Y la solidaridad es también virtud, como

«empeño de que ese orden de relaciones sociales funcione bien y genere paz».

Ignacio Fernández de Torres hace en este punto una crítica a la sociedad

actual, donde domina la «globalización de la indiferencia» frente a esa 

propuesta de solidaridad. Se pregunta por qué nos preocupa tanto esta

pandemia cuando hay otras que matan más, como la malaria. 

Él mismo responde: «Porque ha golpeado a nuestro bienestar, porque afecta al gran hombre blanco».

«Si no somos capaces de cambiar el enfoque y de situarnos desde la

perspectiva de los más pobres, el mundo después del virus será igual 

o peor que el que teníamos antes». «La pospandemia nos tiene que llevar

a reconocer que vivíamos en un mundo muy anormal, donde el centro no 

eran las personas, sino los bienes», concluye.


Y EXPERIENCIAS


Son muchas las iniciativas que ponen en práctica los principios de la DSI, 

experiencias que demuestran que el beneficio no tiene por qué ser sinónimo,

por ejemplo, de salarios injustos; que puede haber otro tipo de relaciones

económicas y que pone el foco en el cuidado de las personas y también del 

medio ambiente.

Iniciativas como Moda re-, de Cáritas; el hotel que ha promovido en Chipiona 

(Cádiz) el centro de Madrid de las Hermandades del Trabajo, o las numerosas 

propuestas de hospitalidad repartidas por toda nuestra geografía. 

Y tantas otras, no necesariamente vinculadas a la Iglesia, que promueven 

una sociedad más humana.

Emiliano Tapia es sacerdote de la parroquia Santa María de Nazaret, en el

barrio salmantino de Buenos Aires, y lidera una de estas propuestas. Su

opción por la dignidad de la persona, en especial por la de los más 

vulnerables, está lejos de toda duda. Vive en los locales de la parroquia, 

que hace las veces de casa de acogida, con unas 25 personas en exclusión. 

Allí, la comunidad cristiana participa desde hace años en la asociación de 

vecinos, que gestiona un huerto (en la foto) de ocho hectáreas donde trabajan 

el propio Emiliano y las personas a las que acoge, así como una empresa 

de catering que reparte unas 500 comidas al día a personas mayores en 

la ciudad y una asociación que hace lo propio a 52 personas en pequeños 

pueblos.

Emiliano abandona un instante su tarea en el huerto para atender por

teléfono a Alfa y Omega. 

El canto de los pájaros y la inestabilidad de la comunicación nos hablan del 

medio rural. 

«Para nosotros la clave fundamental es la que nos ha planteado el Papa 

Francisco, la ecología integral, que no solo tiene que 

ver con el cuidado de la tierra, sino también de las personas».


Fran Otero
Fecha de Publicación: 28 de Mayo de 2020



Follow the Author

Pilar Sánchez Álvarez
+ Follow


¿QUÉ NOS VA A TI Y A MÍ?: DIARIO ÍNTIMO DE LA VIRGEN (Spanish Edition) Kindle Edition
by PILAR SÁNCHEZ ÁLVAREZ (Author) Format: Kindle Edition






See all 2 formats and editions

Kindle
from $3.00Read with Our Free App
Paperback
$10.00
1 New from $10.00







ES LA VIDA DE LA VIRGEN CONTADA POR ELLA MISMA, PRESENTANDO SUS

SENTIMIENTOS, LOS GOZOS Y LAS ALEGRÍAS ASÍ COMO EL DOLOR

AL VER MORIR A SU HIJO.

¿CÓMO EXPRESAR EL DOLOR DE UNA MADRE?

ELLA LO CUENTA EN ESTE DIARIO DE SU VIDA

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

¿Qué es hierognosis?