Necesidad de la ética

 

Sara García Rueda,Cristianismo auténtico y cristianismo adulterado: la crítica de Nietzsche, Trabajo para obtener  el Master Universitario, Universidad Complutense de Madrid 2019p.69-70.


Asimismo, Nietzsche consideró que la empatía, la compasión y el altruismo no son de ninguna manera actitudes inherentes al ser humano sino, por el contrario, la antítesis de la vida porque obstaculizan la ley de la selección natural darwiniana, de ahí que el pensador germano sostuviera que la compasión activa con los débiles y desfavorecidos es el más dañoso vicio. La compasión es vista contraria a las leyes de la naturaleza y, por tanto, comporta una forma de debilidad, una falta de fuerza y vitalidad y una forma de expiar la culpa con la que carga el ser humano al vivir la moral cristiana.

El altruismo, para el filósofo de Röcken, no es otra cosa que una justificación de la decadencia personal y cuya práctica lleva al resentimiento y a la vergüenza. Y así afirmará rotundamente que el hombre en la antigüedad se avergonzaba más de los sentimientos compasivos y dulces que de los duros y crueles, y el cristianismo ha sido el responsable de esta subversión de los valores contrarios a la vida. Desde esta misma perspectiva, señala que en el caso de que el ser humano renunciara a la depredación, a la violencia y a la destrucción de otros seres humanos, lo pagaría con el precio del resentimiento y con la mala conciencia. Desde esta perspectiva, el prójimo no tiene cabida y, por lo tanto, la ética y la moral serían patrañas inventadas por la filosofía, y el cristianismo, inventos no acordes con la naturaleza del ser humano, con el tipo de “vida” que él defiende.

Sin embargo, pensadores como Martin Buber, Erich Fromm, Emmanuel Lévinas, Scheler, Zygmunt Bauman..., la mayoría de ellos no cristianos, abogan por la necesidad de la ética y el reconocimiento del prójimo como inherente a la naturaleza social del ser humano, y serían parte esencial e inalienable para la propia realización y felicidad de éste, sin los cuales el hombre no podría construirse como tal. Un acto es moral siempre que sea una manifestación de humanidad no calculada, natural, espontánea y sobre la que esencialmente no se ha reflexionado. Un acto moral no sirve a propósito alguno y, desde luego no lo guía la expectativa de beneficio ni cualquier tipo de promoción del ego. Los actos morales son intrínsecamente opciones libres, expresiones de la libertad del ser humano para actuar. En definitiva, seguir la exigencia ética significa guiarse únicamente por el bien del otro, a saber, siempre que sea una manifestación de humanidad no calculada, natural, espontánea y sobre la que esencialmente no se ha reflexionado. Nietzsche no pudo ver nada de esto, pues su concepción de la vida es puramente biologicista, darwinista social, y en su horizonte la figura del prójimo no existe si no es para competir, vejar, luchar, devaluar, herir, pues parte de una perspectiva hobbesiana que defiende que “el hombre es un lobo para el hombre” y que la ley de la de la biología selectiva es la ley natural que prima entre los seres en sociedad, como defendía el darwinismo social de Spencer.

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