Teología espiritual y fenomenología encarnada en diálogo para la reconstrucción del sentido



Ballesteros Guerrero, I. L., Escobar Mejía, J. E., & Moncada Guzmán, C. J. (2025). Teología espiritual y fenomenología encarnada en diálogo para la reconstrucción del sentido. Perseitas, 13, 276–309.

El mundo contemporáneo es presentado en las discusiones corrientes como un lugar donde lo religioso ya no tiene cabida ni espacio para su diálogo social, pues, la profecía de la secularización, lo clasificó en la mera reflexión individualista. La necesidad de buscar fundamento, la deconstrucción de la idea de Dios, la inexistencia de una finalidad para la historia y la caducidad del cultivo de un horizonte de sentido hacen difícil la comprensión del aporte de la teología espiritual a la comunidad en la que los sujetos están inmersos. De ahí que, este artículo, pretenda evidenciar la contribución de la fenomenología a dicha tarea del saber teológico. Por ello, se construye una propuesta reflexiva, producto de una investigación realizada vía métodos mixtos, en la que es posible evidenciar la urgencia del empoderamiento de la praxis de la teología en el contexto propio de la dimensión del sentido.


 El sentido de la vida radica, entonces, en descubrir y cumplir con un propósito más allá de uno mismo, incluso en medio de situaciones difíciles. De esta manera, la teología espiritual, que bebe de los aportes de una fenomenología encarnada, aporta al creyente, pero no solo a su dimensión fiducial apoyada en la catequesis y celebración litúrgica, que, si bien son aspectos importantes en el contexto cristiano, suponen que lo espiritual es un elemento profundo de la constitución humana, que no es una dimensión meramente conceptual, sino, principalmente, vivenciada por el sujeto, que es la materialización de la intuición de lo sagrado, la cual debe ser cultivada indistintamente el sujeto pertenezca o no al mundo de las creencias, ya que es la faceta de la praxis humana que propende por el cultivo de la interioridad humana a partir del autoconocimiento y el cuidado de sí en prospectiva de indagación por el sentido de la vida, el cual no es individualista, sino abierto al horizonte de la vida comunitaria que permite un proceso de concienciación, resignificación, emancipación, vinculación y transformación del diario vivir a partir de un ejercicio de autonomía que anhela la verdad y la libertad. 

Así, hablar de la espiritualidad como el lugar de la encarnación fenomenológica de la tarea de la teología espiritual no viene a ser un mero enunciado especulativo, sino la concienciación crítica de la incidencia de la dimensión del sentido en la materialización histórica de la experiencia religiosa, en el contexto del mundo de la vida del creyente, a partir de una praxis emancipadora que posibilita la búsqueda de perfectibilidad fáctica. 
Conclusiones En el corazón de la teología espiritual, se encuentra la búsqueda de una mejor comprensión de la experiencia humana de lo divino, una búsqueda que se nutre de la riqueza de la fenomenología de la encarnación y piensa el problema de la perfectibilidad humana. 

 Esta perspectiva teológica nos invita a contemplar la presencia activa de Dios en el mundo y en el ser humano, no como una realidad distante e inaccesible, sino como una presencia íntima y cercana que  manifiesta a través de la vida y la experiencia humanas. La fenomenología de la encarnación nos recuerda que Dios no es una mera idea abstracta, sino una realidad viva y dinámica que se hace presente en la encarnación misma, en la materialidad de la vida humana. Esta comprensión nos lleva más allá de las conceptualizaciones abstractas de la divinidad, para adentrarnos en la experiencia concreta de la presencia divina en la vida diaria.
Desde esta perspectiva, la teología espiritual se vuelve eminentemente práctica, pues propone entender cómo la presencia de Dios en la vida humana impulsa a la acción ética y solidaria en el mundo. Más allá de enfocarse únicamente en la contemplación y la devoción personal, esta disciplina nos invita a encarnar los valores del Reino de Dios en nuestras relaciones interpersonales y en nuestra participación activa en la construcción de un mundo más justo y compasivo.
La teología espiritual, en diálogo con la fenomenología de la encarnación, nos invita a trascender una fe meramente teórica para abrazar una fe vívida y comprometida, en la que cada acción cotidiana refleje nuestra relación con Dios y con los demás. Esta perspectiva permite que, la vida espiritual, se ponga en práctica, lo que cultiva la búsqueda del sentido de la existencia, la autodeterminación, el autoconocimiento y el bienestar de la interioridad humana sin perder de vista la vida comunitaria. De este modo, nuestra espiritualidad se convierte en un camino de transformación personal y social, donde la reflexión sobre la comunión con lo divino nos impulsa a trabajar por el cultivo de la interioridad, la perfectibilidad humana, y la realización del amor y la justicia en el mundo.





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