Mes del orgullo versus Mes de la familia
El Mes de la Familia comienza a reemplazar al Mes del Orgullo Gay
En respuesta a la imposición cultural del llamado «Mes del Orgullo», crece en Estados Unidos la propuesta de dedicar junio a exaltar la familia. La iniciativa destaca el papel fundamental del hogar como base de la sociedad y del plan de Dios.
(LifeNews/InfoCatólica) En los últimos diez años, la cultura estadounidense ha experimentado cambios profundos. Uno de los más significativos ha sido la normalización y promoción del llamado «Mes del Orgullo». Sin embargo, en tiempos recientes, muchas empresas que anteriormente respaldaban con entusiasmo dicha celebración han optado por el silencio. Han retirado los logotipos de colores de sus plataformas digitales y han dejado de financiar actos vinculados a ideologías de género y sexualidades no conformes con el orden natural. En lugar de eso, han regresado a su función empresarial original: vender productos como electrodomésticos, herramientas o dispositivos electrónicos.
Para muchos creyentes, este giro es motivo de gratitud a Dios. Pero la reacción no debe quedarse en el agradecimiento. Junio puede convertirse en una oportunidad para promover una visión positiva y cristiana: la celebración del «Mes de la Familia». La congresista Mary Miller (R-Illinois) ha presentado una resolución en ese sentido. La propuesta subraya que Dios ama la familia y la ha establecido como piedra angular de toda sociedad (cf. Génesis 2). No es el Estado quien asegura la estabilidad de una nación, sino las familias que forman su tejido social.
A pesar de los ataques que ha sufrido, la familia sigue viva. El diseño divino no ha sido derrotado. Por eso, tiene sentido aprovechar este mes para celebrar y fortalecer los vínculos familiares.
Esta celebración no necesita ser ostentosa. Puede vivirse con gratitud sincera y en los gestos cotidianos: jugar con los hijos, dar paseos en familia, compartir una cena sin dispositivos móviles, leer juntos, participar en la vida parroquial, realizar un viaje familiar o disfrutar de un helado. En esos momentos sencillos se esconden muchas de las mayores alegrías de la vida.
Al mismo tiempo, el «Mes de la Familia» no debe crear divisiones dentro del Cuerpo de Cristo. La Iglesia es, en última instancia, la verdadera familia de Dios. Todos los bautizados, ya sean casados o solteros, forman parte de una sola casa en Cristo (cf. Efesios 2, 11-22). La familia natural apunta hacia esa familia más grande que reúne a personas de toda lengua, pueblo y nación.
Junio puede ser también un momento propicio para reflexionar y orar sobre cómo fortalecer a las familias. Uno de cada tres niños en Estados Unidos nace fuera del matrimonio. La desintegración familiar es una realidad dolorosa. Muchos padres están ausentes o desorientados. Incluso hogares cristianos pueden estar marcados por heridas y desorden. Por eso, es urgente reconstruir y renovar la familia según el plan de Dios. Aunque no existen soluciones fáciles, los cristianos deben ser una voz valiente y misericordiosa en favor de la restauración del hogar.
La celebración del «Orgullo» puede tener un fuerte impacto temporal, pero su duración es limitada. Como dice el Apocalipsis (cf. Ap 20), llegará el día en que el Hijo de Dios restablezca el orden en el mundo. El orgullo será vencido, pero la gratitud permanecerá.
Esa gratitud —por los dones de Dios, especialmente la familia— será eterna. En la nueva creación, muchos alabarán a Dios junto a sus seres queridos, quienes han sido instrumentos clave en su camino de fe. Y, más allá de los lazos naturales, cantarán con su familia espiritual, el pueblo redimido por Cristo
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