Revolución genética, bioquímica y neurológica

Revolución genética,  bioquímica y neurológica

Cada día aparecen nuevos descubrimientos en todos los campos del saber y esto presenta nuevos desafíos a la Teología. Este siglo XXI ha comenzado con el esplendor y avances significativos  en estas ciencias.
En el año 2003, se completó el proyecto de Genoma Humano con la presentación de casi 3.000 millones de secuencias con instrucciones genéticas. Se ha identificado los cambios genéticos responsables de muchas enfermedades, como el de la fibrosis quística, la acondroplasia, etc. Esto tiene importancia porque se avanza en los tratamientos científicos que podrían evitar las enfermedades,  pero no solamente en el campo de la Medicina se observa la utilidad de estos descubrimientos, sino en todos los ámbitos de la vida humana. Por ejemplo, la Brother Veritus Website anunció en el 2004: Descubrimientos rusos del ADN han comprobado científicamente que nuestro ADN  es programable por el idioma, las palabras y el pensamiento.[1] En las investigaciones rusas participaron genetistas, biofísicos, lingüistas y otros especialistas que sospecharon que el código genético se agrupaba en forma de sintaxis y reglas similares a las idiomáticas. Esto implicaría que es enteramente normal y natural para nuestro ADN reaccionar ante el pensamiento y el lenguaje. ¿Podría tener esto base científica para afirmar la importancia  en la Biblia de  la Palabra?,  ¿de qué otra forma podemos explicar la fuerza de las oraciones, los resultados de la hipnosis; los mantras; la influencia de los medios masivos de comunicación y las curaciones espontáneas de cáncer a las que la medicina científica no  halla explicación?, ¿cómo podremos explicar las fuerzas desconocidas de las emociones para recrear o destruir nuestros organismos?
La Biblia tiene innumerables referencias de este efecto. Además, los medios de comunicación utilizan la información subliminal para provocar cambios de conducta, de gusto y de decisiones. La homeopatía y algunas vacunas utilizan este principio. Si evaluáramos con ojos reduccionistas y dogmáticos estos descubrimientos, concluiríamos que la ciencia confirma al Antiguo Testamento, pero ese no es el objetivo de la misma. En todo caso, la ciencia ha confirmado este descubrimiento  y esto para el creyente  demuestra que Dios sigue actuando en la historia de los seres humanos a través de la inspiración, la palabra y el amor por la vida.
Otro tema importante en relación a la Genética ha sido el determinismo genético que podría anular las decisiones del ser humano. José Luis Velázquez[2] sostiene que las acciones libres protagonizadas por los seres humanos pueden identificarse con criterios empíricos distintos a los que caracterizan la conducta de otros animales ajenos a la posibilidad de imputarles responsabilidad alguna.  Demuestra que los recientes descubrimientos vinculados de una u otra manera al Proyecto Genoma Humano, ni merman nuestro sentido de la libertad ni confirman que hayamos estado viviendo bajo la ficción de creer que somos libres cuando en realidad no lo somos. En realidad, estos y otros hallazgos han confirmado que nuestra experiencia moral requiere una noción de libertad moral como una libertad dentro de un mundo natural.  Esto es, no necesitamos aferrarnos a una idea de libertad que trascienda nuestra naturaleza, sino aclarar los presupuestos de una libertad entendida como la capacidad para deliberar sobre nuestros intereses como especie de seres morales y racionales dentro de un mundo natural. La Teología, desde el origen, afirma que el hombre es libre y responsable de sus acciones.
Temas como manipulación genética, clonación, elección de sexo, etc  han hecho  recapacitar al hombre sobre las consecuencia del mal uso de las ciencias. Mientras la ciencia siga preocupándose únicamente de lo medible -y no de lo amable- no  vale para hablar de la vida, y menos para traficar con ella. Se necesita, por tanto, cambiar el rumbo de una ciencia/tecnología de la reducción, de la manipulación y del dominio, por una ciencia/tecnología del respeto y la cooperación, que nos acerque a una mejor comprensión de la vida en toda su belleza y complejidad.
Autores como  Ian Graeme Barbour[3] presenta el conflicto entre la ciencia y la religión analizando autores que propugnan el materialismo reduccionista,   Francis Crick, Daniel Dennett;  la sociobióloga y la moral humana con Edward O. Wilson, Michael Ruse, Holmes Rolston y el determinismo genético y la libertad humana. La dualidad cuerpo y alma, idea griega,  hoy no es  aceptada por los científicos y si la de complementariedad de ambos. Barbour defiende la  visión integral de la persona como unidad psicosomática, acorde con la concepción bíblica y la ciencia contemporánea, ya que  tanto la teología como la ciencia, favorecen en la actualidad una visión de la persona como unidad psicosomática multiestratificada que es organismo biológico y  un yo responsable al mismo tiempo.
  Se ha considerado las siguientes ciencias: la Biología evolutiva, la Genética, la Neurociencia, la Antropología y la Informática. La vida humana tiene algunos niveles en común con toda la materia, otros con todos los seres vivos, unos terceros con todos los animales y, por último, también hay niveles que parecen ser distintivamente humanos. La moral humana es un producto de la cultura; los seres humanos pueden optar por oponer resistencia a algunas de las tendencias heredadas de nuestro pasado evolutivo. Nuestra conducta actual se halla constreñida (pero no completamente determinada) por los genes. La corporalidad, las emociones y las relaciones sociales forman parte constitutiva de la personalidad tal como es entendida tanto por la Biblia como por la ciencia actual.
 La actividad mental incluye procesos conscientes e inconscientes. El cerebro es, sin duda, un procesador de información, pero posee otras características  ajenas a los ordenadores.  Las teorías duales y el pluralismo bipolar del pensamiento del proceso superan tanto el materialismo reduccionista como el dualismo de mente y materia (o de cuerpo y alma); el “yo” no debe ser concebido como una entidad separada y autónoma, sino como la persona  unificada de pensar, sentir y actuar.
 En el diálogo entre la ciencia y la teología es fundamental los avances de la neurociencia y la idea de un yo corporeizado, el que el hombre necesita a la sociedad para su existencia.
 La integración entre estas dos ciencias se produce al afirmar que el hombre es creado creador, que forma parte de la evolución, interpreta el pecado desde un punto de vista evolutivo y que la ingeniería genética es una forma de la creatividad de Dios.



[1] Cf. www.luisprada.com 10/2/2004.  Fragmento del libro en vías de publicación:  El aliento de vida es el mismo para todos. Un acercamiento bíblico a la medicina holística (tesis de teología, 2006). Consultado el 3/04/2012.
[2] J. L. VELÁZQUEZ, «Libertad y determinismo genético»,  en Praxis Filosófica 29 (2009) 7-16.
[3] I. G. BARBOUR, El encuentro entre ciencia y religión, Santander 2004. Capítulo 5: “Genética, neurociencia y naturaleza humana” pp. 173-214.

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