Líneas teóricas fundamentales para una educación emocional.
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Barrios-Tao, H. y Peña, L. J. (2019). Líneas teóricas fundamentales para una educación emocional. Educación y Educadores, 22(3), 487-509. DOI: https://doi.org/10.5294/edu.2019.22.3.8
Barrios-Tao, H. y Peña, L. J. (2019). Líneas teóricas fundamentales para una educación emocional. Educación y Educadores, 22(3), 487-509. DOI: https://doi.org/10.5294/edu.2019.22.3.8
Resumen
El objetivo del artículo es trazar líneas teóricas que puedan fundamentar procesos de educación emocional.
El método se inscribe en la revisión narrativa, caracterizada
por investigar un tópico de forma más o menos exhaustiva, y se ubica en el espectro amplio de la relación entre emociones y educación.
Los resultados, presentados en forma narrativa, inician con la comprensión de la complejidad y multidimensionalidad de las experiencias emocionales, con base en la relación entre neurociencias, emociones y procesos educativos.
La conclusión fundamental es la necesidad de una educación emocional que transite de la inteligencia y las competencias socioemocionales hacia una visión ampliada al desarrollo de las experiencias emocionales, con una visión de la educación extendida a lo largo de toda la vida y a la vida misma.
Conclusiones
La multidimensionalidad de las emociones en cuanto a su génesis, expresiones, experiencias y procesos conduce a la complejidad de su abordaje en los escenarios educativos y desafía las investigaciones y estudios en las áreas de las ciencias sociales y humanas, así como las propuestas de educación emocional.
Esta se encamina a fortalecer sus fundamentos, enfoques y prácticas con una comprensión y orientación de la educación que considere la centralidad y complejidad del ser humano. Más allá de la pregunta por la educabilidad de las emociones, en momentos determinados, con técnicas específicas y desarrollos de habilidades psicológicas, la mirada se debe orientar hacia la persona que se educa y hacia sus experiencias emocionales, cuya comprensión,
configuración y refiguración se conducen por el aprendizaje ampliado para toda la vida, en todos los momentos.
Con Vázquez y Manassero se puede concluir que la educación emocional “debería facilitar el desarrollo emocional de las personas a través de las enseñanzas dirigidas a aprender la sabiduría de los sentimientos” (2007a, p. 250).
La complejidad de las emociones, en lo que respecta a sus dimensiones y a los escenarios que influyen en su génesis y expresión, indica la necesidad de no extrapolar a la educación emocional factores como el ambiente escolar y las influencias provenientes de sus entornos socioculturales.
Los aspectos estructurales e institucionales no solo contribuyen a la mejor comprensión de las experiencias emocionales, sino también a su intervención formativa para fortalecer su adecuada expresión.
La consideración de los factores ambientales de los escenarios educativos permitiría fortalecer una “prioridad educativa significativa”: crear condiciones para una mejor comprensión emocional entre los actores educativos (Hargreaves, 1998, p. 840).
Varias teorías educativas han estudiado la relación entre los procesos cognitivos y los factores individuales, sociales, culturales, biológicos, psicológicos y tal estudio se enriquece ahora con investigaciones neurocientíficas y otros estudios contextualizados en ambientes educativos.
Los inicios del siglo XXI trazan un horizonte que se podría determinar todavía como un desafío tanto para los actores de los procesos integrales en educación como para las personas comprometidas en aspectos institucionales, quienes tienen la misión de formular políticas públicas.
A unos y otros ya no se les admite la discusión sobre la necesidad de considerar las experiencias emocionales como un factor fundamental en las acciones educativas, el desafío para todos es la conciencia, comprensión y formación acerca de las emociones.
El llamado de Hargreaves (1998, p. 851) adquiere mayor relevancia cuanto más avanzan los estudios, experiencias e investigaciones: “mejor comprensión emocional, menos emociones espurias”.
La responsabilidad de la educación emocional debe trascender la relación profesor-estudiante, el desarrollo de habilidades o competencias socioemocionales y el supuesto fortalecimiento de una inteligencia emocional para orientarse al desarrollo integral en la formación, expresión y comunicación de las experiencias emocionales de los actores educativos, de manera que se integre –en las agendas de todos los responsables institucionales en todos los niveles– el cuidado de los ambientes que permitan desarrollar mejores episodios emocionales en escenarios y
espacios temporales adecuados.
Los actos educativos, que son actos relacionales y emocionales, exigen cuidado para un desarrollo integral formativo.
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